era como un niño indefenso que reclamara protección. El día en que sintió por primera vez aquel dolor sordo y profundo en el pecho lloró desconsoladamente entre mis brazos. El médico le dijo que no era nada, que no se preocupara, unosdíasdetranquilidadenelcampolecurarían. Pero él sabía que el médico se equivocaba. Sabía que moriría, que moriría muy pronto. Y la muerte le daba tanto miedo. Nos fuimos a pasar una semana a un