y varios cacharros de cocina. Mercedes intentó hablarle, pero él le recomendó que desistiera, no iba a conseguir convencerle de nada. Esa misma semana volvió aún en otra ocasión, para llevarse su retrato del dormitorio grande. La abuela,cuandolevioentrar,lanzóungritoagudo,se ocultó bajo las sábanas y empezó a llorar en un acceso de histeria, gritando confusamente: «¡No le dejéis entrar! ¡Me va a pegar, me va a pegar!».
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