pronto le tendió a la muchacha un misal. Su mano temblaba sosteniendolo, suspendida en el aire y sin encontrar respuesta. Pues Bene la miró inexpresiva, sin darse por aludida. El libro estaba encuadernado en piel yteníaelcantodorado,peroaellanoleatraía. --¡Tómalo! ¡Tómalo! Es tuyo. Te lo regalo. Recuerdo que el rostro de Bene se transformó al coger el libro. Sus ojos brillaron con ferocidad y un ataque de