la mano suplicante, tan torpe y tosca, padecía más o menos que la «Profesora», nadie puede saberlo. (Ha llegado cerca de RUFINA. Mira hacia la izquierda.) Después de la visita al depósito, Rosa afrontó su dolor como pudo.Siantespreferíaestarensucasa,porsisonabala llamada que creía esperar, los días siguientes salía, y salía, para buscar sola entre la multitud una silueta inconfundible y siempre confundida. Y así se fue acercando,