todos los miraban inquisitivamente, dijo con una sonrisa: --Muy bien. Impresionante. Arturo pensó: «Le brillan los ojos.» --Acá voy yo --exclamó Salcedo y, antes de entrar, se volvió y murmuró: --No se vayan. --Felicemorte--gritóArribillaga. Carlota pasó al lado de Arturo y dijo en voz baja: --Vos no entres. Antes que pudiera preguntar por qué, ella se trabó en una conversación con Amenábar.