algún mugido lejano, lo llevó al sueño. Vio en la oscuridad un telón blanco. De pronto, el telón se rajó con ruido de papel y en la grieta aparecieron, primero, los brazos extendidos y después la querida cara de Carlota, aterrada y tristísima, que legritabasunombreendiminutivo.Repetidamente se dijo: «No es más que un sueño. Carlota me pide socorro. Qué absurdo y presuntuoso de mi parte pensar que está triste. Ha de estar muy feliz con el otro.