¡Callate, maldita voz!; y luego murmuró, con una sonrisa: --Estoy desesperado. El estallido rebasó el cuerpo y lo dejó en paz. Durante un buen rato permaneció relajado, dejando afluir imágenes o sensaciones en el orden quevinieran,sinotraocupaciónqueembalsarlas. No hubiera puesto a funcionar la cabeza en bastante tiempo de no ser por una idea que la cruzó de improviso y le devolvió el uso de la mente: había comprendido que la