--¡A buenas horas! --dijo--, y volvió a introducirse en el cuarto de baño. En ese momento, la chica dejó de gustarle; fue como un malestar de los que poco a poco van convirtiendose en una progresiva sensación de malcuerpo.Contemplólassábanascondesánimo y la habitación le pareció pequeña y desprovista de gracia. Por un momento prefirió haber sido el mirón y ahorrarse el malestar que se le había metido dentro.