al resto del cuerpo. Miró la hora y se apartó del ventanal. Mientras paseaba por la sala iba calculando el progreso de sus pasos. Sin duda se habría detenido unos segundos a observar el escaparate de la joyería de los bajos, sólo unos segundos, el tiempo justoparacontemplardosotrespiezasquedestacaran a sus ojos en el primer vistazo. Después accedería al portal con decisión, sin titubear acerca del piso, dedicando una sonrisa al portero. Recordaba,