detener las lágrimas. Ningún otro humor manifestaba vida en su cuerpo y éste, en tal quietud, parecía tan ajeno a sí mismo como el que estaba debajo; solamente una fluencia lacrimosa, diluvial, ensimismada, venía a humedecer sus mejillas, sus manos, sus brazos. Seapartaba,sedejabairparanomirar,no saber. Percibió, sin comprender, el movimiento de un párpado. Pronto se percató de que lo había hecho. Empezó a pensar.