angustioso el cumplimiento del almuerzo y al fin empezó a rondar por su cabeza la idea de cambiar de restaurante. Ahora comía en silencio y solo, ante la presencia del viejo camarero; éste se situaba a prudente distancia pero la sensación de estar alimentandose anteuntestigoqueseaferrabaasusgestos y a su decisión de comer allí con la desesperación de un náufrago le provocaba a menudo una irritación sorda y mal contenida que, cuando lograba disiparla, dejaba un