Virgen santísima, qué desgracia! El asomaba a la puerta de la cuadra, mirandolas con admiración hasta que los gritos penetraron en su cuerpo y todas sus emociones se precipitaron en un ataque de pánico. El dolor llegó más fuerte. Introdujo dos dedos enlabocaperonoacudiómásqueunruidoseco y profundo tras el espasmo provocado. Recorrió ansiosamente el tronco con las manos, como si deseara palpar su calamitoso estado o quizá rasgar la piel y desprenderse