y vuelvo. No ha pasado nada. Absolutamente nada. A la media hora, cuando regresó, quedaba una señorita, que seguramente no se fue por timidez o por falta de coraje. La atendió sin prisa, como si tuviera todoeltiempodelmundo.Enalgúnmomentonotó que la señorita lo miraba de un modo extraño. Hombre casto, mal dispuesto a complicarse con cualquiera, dio por terminado el examen clínico, escribió una receta y, al entregarla