más reacia a la figuración. --¿Te parece una ingratitud decirle que no a Rostand? --Le debo todo lo que sé. --Entonces no le digas que no. Te acompaño. Recuerdo la escena como si la viera. Daniela se echóenmisbrazos,murmuróunsobrenombre(ahora lo callo porque todo sobrenombre ajeno parece ridículo) y exclamó alborozada: --Una semana en el Uruguay, con vos. ¡Qué divertido! --Hizo una pausa