hora más de estudio. Pero eso daba igual, porque «ellos» habían entrado al fin en el juego y todo juego tenía unas reglas por las que se ganaba o se perdía. Además, una exaltación especial crecia en la clase cuando todos se iban y los castigadosocupabansusnuevospuestos.«Separados, nuy separados», decía el viejo profesor encargado de cuidarlos. Luego él se sentaba en su trono, abría un libro, se tapaba la frente con la mano derecha y se hundía