mesa. A pesar de que había natillas de postre. A pesar de que había dicho al sentarse: «Tengo hambre.» David dudó entre seguirle y apoyarle en su disgusto por el rechazo que la madre hacía patente cada vez que lahermanadeMadrideranombrada;obienquedarse con la madre, equilibrando la balanza que el peso y la fuerza y el prestigio del padre desnivelaban a diario. Y, sobre todo, quedarse para terminar el almuerzo del