me había educado en Inglaterra, con las monjas... «También en esto estaban de acuerdo: Francia, no.» La negación de David le devolvió a un tiempo en que los dos soñaban con París. Inexplicablemente había vuelto aolvidarsedeAnnick.NegaraFranciaeranegaraAnnick. La amargura le quemaba la boca, pero no podía gritar. Tenía que seguir entero, controlado, tranquilo. --¿Podrías pedir que me hicieran un café? --suplicó.