Julián se levantó y cerró la ventana y se quedó de pie, como esperando que ella también se levantara dando por terminada la sobremesa, la velada, la larga compañía que habían mantenido sujeta entre sus dedos como un mantel que se extiende en la hierba. PeroGenovevanosemovió.Elsalóncerradohabía recobrado instantáneamente el calor que la brisa nocturna despejara. Reanimada, irguió la espalda y la apoyó con firmeza en el sillón. Julián volvió a sentarse y