¡Qué brazos de madre!» -¿Le gustan, papá?... Quiero decir, abuelo. ¿Le gustan? -Se ve que son buenísimos... Gracias, Andrea. «Santa Madonna, sólo a ella podía ocurrírsete regalarmeunosguantes...¡Sinosotrosnogastamos! Son para señoritos de Milán, o para señoronas que no hacen nada con las manos... Allá en el país sólo llevaba guantes aquel chófer nuevo del marqués, cuando bajaban desde Roma