Texto contextualizado: |
alterne que pueblan la mitología de los ejecutivos periféricos. Mientras devanaba estas y parecidas reflexiones, la chica, que por algún motivo ignorado parecía muy nerviosa, me volvió a preguntar la hora. Consulté mi reloj y dije que eran las once menos cinco. Me dio las gracias, dio media vuelta y se fue en busca de algún gerente que desplumar. Sólo entonces, y aun ahora me abochorna confesarlo, eché de ver que acababa de oír la contraseña que con tanta paciencia |
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