acumulado en su cuerpo durante el día, el sabor de la sal depositada en su piel, toda la belleza de la isla clavada en su retina... --Vámonos a «Tristán» --dijo Julián--. Nos esperan allí... Estirólosbrazoshaciaelsoldesaparecidoygritó, como en una invocación: --¡Oh Ra!, descansa y vuelve mañana, pero danos el tiempo suficiente para gozar la noche sin fronteras... Tras del ocaso empezaba la