disfrazar mi emoción, abono el precio del sello tamponado por la empleada, me dirijo a la terraza del café contiguo y, una vez sentado a una mesa, prolongo unos momentos, con la piel de gallina y la verga erecta, el instanteexquisitodeabrirlacartaydevorarsucontenido de un tirón. Mi muy querido Reverendo: He leído tu anuncio de la semana pasada y tus fantasías cochinas me excitan: ¡siempre he soñado en meter una picha gorda