de forma que roce siempre la piel; o conseguir un mechón de los pelos de la persona querida u odiada, una fotografía reciente de ella y volver allí, a ver al milagrero, para que éste escriba una fórmula eficaz y potente que, unida a los cabellos,serádepositadabajoelcolchónolaalmohada; o arrancar el corazón a un gallo, ponerle una pizca de sal, acribillarlo de alfileres como el acerico de una costurera y suspenderlo con un hilo rojo