paso, a codazos, hasta la fila delantera con esa premura y convencimiento en el derecho que le asiste a presenciar el espectáculo desde una posición ventajosa con que el no menos grave y distinguido participante en una orgía busca un camino entrelosmironesque,desnudoscomoél,contemplan en corro la ecuación frenética de una dama con dos garañones soberbios, aclarando, para justificar su ansiedad: «¡Dejenme ver, es mi esposa!». Por encima del