él, Julián, ocupaba en este instante la atención devastadora de la mujer. Su respuesta al ataque tuvo un tono opaco, hasta le pareció que tenía el timbre de la olvidada y lejana voz de David. Como él hubiera hecho, como él seguramente sehubieradefendido,Juliánreplicó: --Creo que no es como tú dices. Creo que no tienes razón... III El vagón tenía un cartel con letras negras colgado en un costado. Decía: MADRID. La