Silencio desgarrado tan sólo por zumbido de motor, susurrar de neumáticos, algún imperioso bocinazo. El coche empieza a oler a tabaco negro, evocando en el hijo recuerdos infantiles. Con disimulo baja un poco el cristal de la ventanilla. El viejo entonces le mira: nunca hapodidoacostumbrarseaeseperfildelicado,herencia materna cada año más perceptible. Conduce muy serio, atento a la ruta... «Sí, siempre ha sido un chico muy serio.» --