la silla, la mantita y hasta lanza unas sucias gotas sobre la mejilla del niño, que rompe a llorar. Al viejo le paraliza un momento la indignación pero, al ver detenido el coche en un disco rojo, a poca distancia, echa acorrerciegodeira,gritandoinsultos.Ensucabeza una sola idea: «¡Le mato, le mato, le mato!» La repite su boca, la piensan sus piernas, golpea su corazón. La navaja ya está abierta en su mano cuando se acerca