el viejo, aceptandolo. Ella vuelve a tomar su brazo, pero ahora para dejarse llevar. Y es el hombre quien empuja la puerta giratoria y la conduce hasta una mesita bajo una luz difusa, sentandose junto a ella en el diván de terciopelo. Hortensiaseesponjaalobservarque,unavez recobrado el mando, el viejo campesino habla al camarero sin cohibirse, con señorío, para encargarle una excelente merienda. «Basta, basta, ¿dónde vamos con