se alarma el viejo. --Padre, por favor... --ríe Renato--. Es aire, un regüeldito. ¿ Ve ?, ya vuelve a comer... ¡ Como si usted no hubiese tenido hijos! «No, no los he tenido», comprende el viejo, advirtiendoquenuncahavividoloqueestáviviendo. «En el pueblo los hombres no tenemos hijos. Tenemos recién nacidos, para presumir de ellos en el bautizo, sobre todo si son machos, pero luego desaparecen