comenta mientras pone platos y cubiertos sobre la mesa sin dejarse ayudar por su hijo que, ya tranquilizado, repara de pronto en el olor. Ese olor conocido, pero inclasificable; antiguo y entrañable. Ese olor... El viejo le ve olfatear. -¿Yanoteacuerdas? De golpe: -¡Migas! -¡Claro, migas resobadas!... Menos mal, no te has descastado del todo. No sabrán como las de Ambrosio, nadie las