retiró hasta la puerta, apoyandose en la jamba para que nadie saliera sin rendir cuentas de lo que ocurriese. Desde ese momento su mano oprime la navaja, cerrada en el bolsillo del pantalón. «Si ese tío me lo desgracia se la clavo aquí mismo», sentencia contemplandoaeseverdugoque,conelíndiceizquierdo, tantea la vena en la vulnerable garganta. Este verdugo no empuña un cuchillo de matarife, sino una jeringuilla vacía cuya aguja se dispone