se sienta con Brunettino en sus brazos. Besa la frentecita ardorosa y, acongojado, se hace nido para el niño. Su dedo sujeta el algodón que aún restaña la sangre en el cuellecito y ese dedo recibe, golpe tras golpe, el acelerado latido. ¡Cuánta fiebre! Contemplaalniño.Hacedosnochesempezó a toser repetidamente. Una tos profunda, desgarrada, de viejo pero en tono más alto. Por la mañana se negó a comer y a mediodía cerró los ojitos y cayó en el sopor