sintiendo la sangre agolparse a sus mejillas. «¡No, lo mío será otra cosa! ¡Maestro, eso es, su maestro!» Pero el temor a los equívocos no se desvanece. «¡Qué vergüenza! ¡La bicha me está comiendo el coraje!» Contemplaesaredondablancurasobrelaalmohada con el suave color de los morritos y el oscuro mechón en la frente. Violentísimo arrebato de ternura le arranca un sordo suspiro y encamina su mano hacia