niño alza la cabeza con atenta mirada. «¡Tiene el oído tan fino como yo!», piensa el viejo, reconociendo la aspiradora de Anunziata. «¡Qué carita pones, niño mío! Me recuerdas la frente arrugada deTerry,elasesormilitaringlésquenosparachutaron, cuando cavilaba por dónde acercarse mejor de noche a la posición alemana. ¡Qué espesas cejas tenía el tío!» Obstinado, el niño gatea hasta la puerta y asoma la