sus ojos un momento. No es el vaho del manjar caliente; es que toda su infancia se condensa en el círculo mágico del plato. La madre siempre junto a él, empujandole, con su aspecto delicado, a librarse del mundo aldeano para queelhijonopadecierasusmismasesclavitudes.Por encima de ambos el padre, poderoso como un dios, dispensador de correazos pero también de profundos goces. La escuela, que al principio sólo servía para hacer