con sigilo, y un impulso mecánico me obligó a detenerme junto al vano de la puerta entornada. Era mi profesora la que hablaba a media voz con tía Elisa. Doña Rosaura, casi vieja, tan mayor como mi tía, no solía interesarse por los chismesquecorríanporlaciudad,entoncessólounpueblo grande. Era una mujer serena y bondadosa. Jamás mostró malevolencia alguna hacia los otros. Quizás por eso me impresionaron tanto las palabras que pude escuchar