viejos y fieles empleados sin inquietarse un instante de su destino, así nuestro hombre. Cansado del ritornelo -la lima rozaba ya las yemas de sus dedos-, había concluido por incorporarse, ponerse el sombrero y el impermeable, garabatear unas líneas en el bloc donde apuntasusmensajesyencargos.Habíabuscadoel manojo de llaves entre los periódicos y revistas hasta dar con él. Entonces salió al pasillo, cerró la puerta a sus espaldas y, con la hoja de papel en la que había