interior de mi pecho resuenan como el péndulo de un reloj: en el periódico olvidado por un cliente en la mesa vecina, compruebo, súbitamente aterrado, que es miércoles y al mirar la hora, descubro, más aterrado todavía, que faltan solamente unos minutos para el encuentro. Abandonandolaconsumiciónintactayunbillete de cincuenta francos al desconcertado y odioso sujeto, me precipito como un poseso a la cercana estación de taxis. LA CITA Llegarás con media hora de retraso