, se pliega espontáneamente a los caprichos del azar e improvisación. Las consabidas alfombras donde senagaleses o mauritanos ofrecen su pacotilla, los embalajes de cartón sobre los que los fulleros apuestan al juego de los tres naipes, los bancos de madera ocupados por ruidosos y gregarios corrillos deinmigradosseafirmandescaradamentealaluz del día, sin temor a redadas e incursiones policiales: las tímidas y cada vez más raras apariciones de la fuerza pública son acogidas con toda clase de proyectiles por