que solía hablar a las criadas: --¿Ha venido el señorito? --Acaba de llegar --respondió solícita aquella vieja mujer que se había ocupado de llevar la casa desde la muerte de nuestra madre. Después saludó con timidez a Bene,queserezagabamásymásparacontemplarcuanto la rodeaba. Caminaba despacio, volviendose en todas direcciones y haciendo comentarios sobre la casa que incluso a mí, que era sólo una niña me parecieron improcedentes. Parecía entrar como