del primogénito. De pronto habló. Su voz sorprendió a Julián porque era la voz de David joven. Del mismo modo que los ojos de María eran los del amigo y al hijo mayor le habían correspondido el mentón y los pómulos y una forma especial de girar la cabeza cuando escuchaba.«LapermanenciadeDavidempezóadecirse Julián--. He aquí la continuidad de un hombre, sus ojos y su voz y su barbilla repartidos entre sus hijos...», pero no tuvo tiempo de extenderse en su reflexión