fuimos perdiendo nuestro propio contacto, o quizá no fue eso, sino la lejanía, la pérdida de la presencia física que va tachando días que parecían imborrables. Y, sin embargo, nunca debiéramos descuidar la amistad, más preciosa, más generosa que elamor.Perolaamistadexigeuncultivofatigoso,un permanente cultivo basado en el conocimiento y la mutua aceptación de que lo más importante de nosotros no pertenecerá nunca al amigo, no se entregará al amigo, sino