a un niño. Las tardes libres de la enfermera las pasaba el abuelo solo ante el televisor. Era frecuente que Onésima se distrajera y olvidara desconectarlo al final de la emisión. Pero el abuelo no parecía advertirlo y, en una ocasión, llegó a permanecer casi doshorascontemplandoaquellosmilesdepuntos luminosos, escuchando imperturbable su sordo rumor. Ni siquiera la visita que Fagin y Carmina le hicieron para informarle de su boda reciente logró alterar su habitual gesto insondable