de la cama ni le hubiera propinado un certero aunque débil puñetazo en el vientre. Germán retrocedió varios pasos, más por efecto de la sorpresa que de la potencia del golpe, y lo que hizo cuando vio cómo Miguel se desplomaba tosiendo desesperadamente fue correr hacia el pasillo y, conservandoaúnelpantalóndeAgusenlamano, gritar con voz excitada: --¡Venid rápido! ¡Se está muriendo! Cuando el abuelo se enteró del episodio del puñetazo, declaró