encargó el ataúd de cedro y la inmensa esquela del periódico y escribió a los familiares de otras ciudades o envió las notas de agradecimiento a quienes habían dejado tarjetas de pesame en la mesa que ella misma, con la sola ayuda del portero,habíabajadoalportal.Secomportabacomo si fuera la dueña de la casa, decidía dónde tenían que estar estas flores o aquel jarrón, qué bebidas se ofrecerían a las visitas, qué ropa había de ponerse el