la isla del cuento y de que todo eso ocurriría en su interior si se obstinaba en no comer más que flores, ¿quería ser la culpable de que murieran los encantadores Azúcares o las indefensas Grasas? Ella apenas le miró un instante. Contestó simplemente queaqueldíaleapetecíacomerdeprimer plato camelias, de segundo globularias y de postre lágrimas de la Virgen. Lo más odioso de Onésima era su maldita costumbre de sonreír a Mercedes, de cubrirla de atenciones