con nitidez sobre el cielo despejado. Por decisión de Onésima, las comidas se hacían en la cocina. A ellas, además del niño y la sirvienta, asistía a veces la enfermera del abuelo, una chica bajita muy seria. Lo más frecuente era, sin embargo, quecomieransolosellosdos.Onésimasolía aprovechar esta circunstancia para elogiar el carácter sacrificado de la abuela o recordarle que ella le estaba viendo ahora desde el cielo. En una ocasión comentó que