desde el pasillo. Se había empeñado en normalizar al máximo su vida, confiaba vagamente en que de una manera gradual empezaría a reaccionar a los estímulos exteriores. El médico le dijo que era inútil, pero ella se negó a desistir y estableció la regla de que el abuelodebíacomerconellosenlamesa,ynoen un sillón ni en la cama como hasta entonces. Las comidas, desde luego, ya no se hacían en la cocina sino en el comedor, en aquella mesa grandísima