bebía coñac. Al abuelo le divertía que Miguel diera unas chupadas a su pipa y el humo le hiciera toser, y que mojara su dedo en coñac para probar su sabor. «Así se hacen los hombres», decía. Elfuequiendecidióquesunietonodebíacenar a las ocho sino a las diez, como los mayores. Se lo dijo la misma noche en que empezó a hablarle de su amigo Federico. Blasfemó entonces más que cualquier otra