su espalda ese mismo sonido leve, otra vez ese sonido leve de aleteos o de frotar de telas. Miguel tuvo miedo, en esta ocasión lo había oído muy cerca de sí. --¿Quién anda ahí? --preguntó con voz entrecortada. Nadierespondió.Elniñosiguióavanzandohacia la puerta, procurando en todo momento que sus pisadas fueran inaudibles. Cuando ya casi había llegado a ella, se detuvo y volvió a preguntar: --¿Hay alguien ahí?